Con la aparición del pensamiento
racional, y de su heredera la ciencia, los progresos han sido muy grandes.
Lo
que para aquellos hombre primitivos fueron enigmas, a día de hoy lo observamos
como conciencia y conocimiento.
Estamos construyendo un mundo, en
donde las fantasías etéreas del pasado salen de la ecuación para dar paso a la
realidad, para dar paso a la evidencia.
Épocas de sequía, enfermedades,
plagas… ¿sería aquello algún tipo de castigo?.
Así surge la creencia en el destino, como esa fuerza etérea que marca nuestras
vidas. Todo lo que nos ocurre está ya escrito y no hay nada que podamos hacer
para cambiarlo. Hasta que en la antigua Grecia, Tales de Mileto
inicio la revelación cognitiva que nos llevaría hasta lo que hoy en día
entendemos por conocimiento basado en evidencia. Esto fue el paso del mito a la
razón.
Con “el mito de la caverna” Platón se
refiere a la situación del ser humano frente al conocimiento. Con este mito
Platón intenta explicar la existencia de dos mundo:
-El mundo sensible, conocido a través
de los sentidos.
-El mundo de las ideas, sólo
alcanzable mediante la razón.
Platón planteó en su alegoría una
taberna en la que permanecían desde su nacimiento, unos hombres prisioneros.
Estos estaban anclados por el cuello y las piernas contra un muro, de forma que
únicamente podían mirar hacia la pared de la caverna. Tras la pared en la que
están anclados, hay un pasillo con una hoguera por el cual caminan unos hombres
que llevan todo tipo de figuras que los sobrepasan, unas con forma humana y
otras con forma de animales. Estos caminantes que transportan estatuas, a veces
mantienen conversaciones que los esclavos oyen. Los cautivos, al estar
anclados, no han visto nada más que las sombras proyectadas por el fuego en el
fondo de la caverna y llegan a creer (al no tener otro tipo de educación) que
aquello que ven no son sombras, sino objetos reales.
En este momento, Glaucón (el
interlocutor de Sócrates) afirma que está muy convencido de que los encadenados
considerarán las sombras como reales, ya que es lo único que conocen. Una vez
que Platón ha comprobado que Glaucón ha comprendido la situación, le explica que
si uno de estos cautivos fuese liberado
y saliese al mundo exterior, tendría graves dificultades en adaptarse a la luz
del sol, por lo que para no quedarse ciego, buscaría sombras y más adelante
iría acostumbrándose a mirar los objetos y finalmente descubría la belleza que
compone el cosmos.
Asombrado, se daría cuenta de que
puede contemplar con nitidez las cosas, el esplendor de las figuras….
En el mito, Platón hacer entrar de
nuevo al prisionero al interior de la caverna, para que de la buena noticia a
los prisioneros. Una vez allí, intenta explicarles que ha visto la realidad que
ellos viven en un mundo falso de sombras. Los de abajo lo toman como un loco y
se ríen de él. Los esclavos amenazaban al esclavo huido con que si les
liberaba, le matarían.
En este mito, el ser humano se
identifica con los prisioneros. Por otro lado, las sombras de los hombres y de
las cosas que se proyectan son las apariencias (lo que captamos a través de los
sentidos y lo que pensamos que es real).
El mundo sensible.
El mundo de las ideas sería el mundo
que está fuera de la caverna y que los prisioneros no ven, en el cual, la
máxima idea (la idea del bien), está representada por el sol.
El prisionero que logra salir de la
caverna y conoce el mundo real es el que deberá guiar a los demás es el símbolo
del filósofo.
“Solo aquellos capaces de superar el
dolor que supondría liberarse de las cadenas y volver a mover sus músculos
podrán contemplar el mundo de las ideas con sus inutilizados ojos”. Platón.
Platón nos muestra con su mito la
pluralidad de su pensamiento.
Según el semiólogo Roland Barthes, el mito
“no se define por el objeto de su mensaje sino por la forma en que se lo
profiere: sus límites son formales, no sustanciales. Cada objeto del mundo
puede pasar de una existencia cerrada, muda, a un estado oral, abierto a la
apropiación de la sociedad, pues ninguna ley, natural o no, impide hablar de
las cosas.”
También dice Barthes que el mito es “un habla
elegida por la historia: no surge de la ‘naturaleza’ de las cosas. Este habla
es un mensaje y, por lo tanto, no necesariamente debe ser oral; puede estar
formada de escrituras y representaciones”.
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